Hace un tiempo escuche a un predicador, casi famoso, decir:
Hay 3 momentos o fechas importantes en la vida de toda persona.
1) El día que nació. 2) El día que nació de nuevo y 3) el día que descubre para qué nació.
Del primero todos somos conscientes y cada año lo celebramos.
El segundo - el nacer de nuevo - es una experiencia espiritual. Consiste el día en que reconocemos que somos pecadores, que necesitamos a Dios en nuestra vida y, mediante la oración de arrepentimiento, recibimos a Jesús como el señor y salvador, nos hacemos cristianos y nos bautizamos.
El tercero es el propósito que tenemos en la vida, es el para qué vivimos.
Jesús ya sabía la fecha que nació y a la edad de 12 años sabía para qué nació. Él dijo a esa edad que en los negocios de su padre [Dios] debe estar.
En cuanto al nacer de nuevo, Jesús no necesitaba hacer la oración de arrepentimiento, puesto que era, literalmente, el hijo de Dios. Sin embargo para testimonio y como símbolo de que es el hijo de Dios debía bautizarse.
El bautismo es el reconocimiento público de que estamos aceptando, delante de los demás, que creemos en Dios.
Luego de una investigación comprendí que delante de Dios un hombre y una mujer llegan a ser esposos o pareja desde el momento que tienen relaciones sexuales o coitales. No “necesitan” casarse para que sean esposos. Para Dios llegan a ser una sola carne o esposos desde el momento que tienen relaciones sexuales. Es por eso la importancia del tema de la fornicación en el ámbito cristiano y Pablo dice que cualquiera que se une [mediante las relaciones sexuales] con una ramera, es un cuerpo con ella. 1 Corintios 6: 15 – 20.
Pero culturalmente - desde hace siglos - se ha establecido que para que una pareja pueda constituirse públicamente como esposos, necesitan casarse o matrimoniarse. Que su unión lo hagan público.
De la misma manera es el bautismo para los cristianos. La oración de arrepentimiento es fundamental para ser hijos de Dios y para ser salvos. Pero es importante que ese reconocimiento se haga público, así como el matrimonio.
Jesús entendía eso. Quizás no lo necesitaba.
Hasta Juan el bautista le dijo:
—Yo soy el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? —objetó.
Y Jesús le respondió:
—Hagámoslo como te digo, pues nos conviene cumplir con lo que es justo.
Y es así que Jesús termina siendo bautizando. Cumplir con algo justo, con la confesión de la fe, públicamente.
Y lo sorprendente es que – quizás luego de salir del agua - se abre el cielo y una voz del cielo dice:
«Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él».
Esa voz aunque no lo escuchamos audiblemente en los bautizos, pero me agrada pensar que Dios lo sigue diciendo cada vez que una persona se bautiza. Quizás no la segunda parte, pero sí la primera parte que dice: ESTE ES MI HIJO AMADO.
Es como cuando el Pastor en la iglesia dice públicamente:
LES DECLARO MARIDO Y MUJER.
Si hasta ahora no te has bautizado, te animo a que lo hagas, como lo hizo nuestro señor Jesucristo. Que tu declaración de fe se haga público.
[Refer: Mateo 3: 13-17 El bautismo de Jesús]