Todo hombre (mujer o varón) a lo largo de nuestra vida creo que, consciente e inconscientemente, buscamos la fama. Es un deseo con el que se "nace".
Y hoy en día las redes sociales ayudan a materializar ese deseo. Un deseo profundo de alcanzar el millón de amigos, miles de seguidores, miles de me gustas o hacer un video viral.
¿Pero acaso es malo anhelar la fama?
Personalmente pienso que no.
Lo malo está en cómo se obtiene, qué enseñas a los demás con ello y sobre todo para quien es la gloria.
Hay quienes lo ganan a costa de su reputación, prestigio y buen nombre.
Hoy en día hacerse famoso por un escándalo o mostrando el cuerpo resulta ser el camino más fácil para ser famoso o conocido.
Sin embargo el precio de la fama es muy alto. Muchos tristemente tienen que sacrificar su vida privada con el fin de ser famosos. No pueden salir libremente a las calles sin ser acosados y hostilizados por las personas. Al principio aparentemente es bonito, pero luego lo que más desean es – como lo dijo alguna vez una famosa: Solo deseo estar sola y que la gente respete mi privacidad.
Jesús se había vuelto famoso. Había alcanzado mucha popularidad. A diferencia de muchos famosos él no buscaba la fama, la fama llegó por lo que enseñaba y por los milagros que hacía. Pero como todo famoso las personas le seguían y sin duda también perdió su privacidad.
Él también buscaba estar solo.
Dice en san Lucas 5:15-16.
…su fama se extendía más y más…
Mas él se apartaba a lugares desiertos, y ORABA.
Sin duda el precio de la fama es muy alto y lo peor que puede pasar es que en la mayoría de las veces nos aleje de Dios.
Jesús fue muy famoso pero no permitió que eso le alejara de Dios.
No permitamos que el deseo de ser conocido o famoso nos aleje de Dios, más por el contrario que la fama - si alguna vez Dios nos permite alcanzar - solo sirva para hacer conocer más de Dios.