Todos tenemos tres Hogares en nuestra vida donde vamos a encontrar refugio, comodidad, crecimiento, protección, esperanza y bienestar. Lastimosamente durante nuestra vida estos tres lugares es menospreciado, abandonado e ignorado. Estos tres hogares son: El Hogar familiar, El Hogar Espiritual y El Hogar Celestial.
El hogar familiar es donde nacimos, donde vivimos, donde están nuestros padres, hermanos.
El hogar espiritual es donde nos "encontramos" con Dios mientras estamos en la tierra. Ya sea en un templo o en un espacio de nuestro hogar.
El hogar celestial es donde estaremos con Dios eternamente y para siempre.
Por una curiosa razón pasamos por la etapa donde en algún momento de nuestra vida dejamos e ignoramos cada uno de esos hogares.
Hay quienes abandonan la casa y a sus padres pensando encontrar bienestar en otra parte pero tarde o temprano se dan cuenta que no habrá ningún otro lugar como su casa y como sus padres.
Hay quienes por diversas situaciones también dejan o abandonan la "iglesia" o el templo. Eso fue mi caso. El año 2000, luego de 17 años de estar en una iglesia decido aislarme.
Pero gracias a Dios que un día como hoy, hace 8 años regrese a este hogar.
En el mes de diciembre del año 2007, luego de un largo proceso con Dios, decido que debo regresar a mi hogar espiritual, específicamente al templo. Durante el mes de enero del 2008 me dediqué a buscar donde iba a congregarme durante toda mi vida. No buscaba un lugar tan especial.
Básicamente debía reunir con dos condiciones:
1) No debía estar muy lejos de mi casa. Eso para que algún momento no ponga el pretexto de que es muy lejos o que esta lloviendo y por eso no voy a las reuniones.
2) No debía tener muchos jóvenes. Yo tenía 24 años y no quería estar en una iglesia donde quizás mi motivación primera para estar en ella sea los amigos o una persona especial.
Es así que un martes por la noche. El 8 de febrero del año 2008 llego al Tempo Eben-Ezer Indepenendencia.
Era una reunión de estudio bíblico. Había unos 5 o 7 hermanos mayores en la reunión.La puerta estaba media abierto, quizás para impedir el paso de los ladrones.
Las preguntas que llegó a mi vida y que me ayudo a volver a este hogar espiritual fueron las siguientes y era como que Dios me lo hacía:
¿Cuándo dejaste de amar la casa de comunión de Dios?
¿Cómo es que el deleite de servirme se convirtió en fastidio?
¿Quién ha distraído tu atención y estorbado tu amistad con Dios?
¿Qué ventana ha seducido tus sentidos?
¿Qué ha tomado más importancia que el encuentro con Dios?
¿Cuál es el fuego extraño que pudo más que el calor de la presencia del Padre?
Llegué a este hogar con otros motivos, y sin saberlo veo que poco a poco, gracias a este hogar, mis planes más importantes y valiosos de mi vida se van volviendo realidad.
Este lugar es tan importante porque es el único lugar donde te permite pensar más en la eternidad. Donde tus preocupaciones materiales pasan a un segundo plano y solo vives preocupado en donde estarás la eternidad luego que mueras.