30 abr 2017

#078 El Ateo que creyó en Jesús



Erase una vez un domingo, como hoy. 
Él era un personaje muy respetable en la sociedad. Era estudioso, amable, respetuoso, servicial, etc. Tenía la fortuna de haber estado casado con una de las mujeres más admiradas de su ciudad. Hermosa por fuera y también por dentro. Una verdadera dama por donde la vieran.
Su felicidad estaría completo desde hace 8 años con la llegada de su primogénito, a decir verdad era el único hijo. Lo habían esperado con tanto cariño y su llegada lo habían planificado mucho antes de casarse. Todos sus amigos le admiraban y para la sociedad casi sería una familia perfecta. Salían a pasear los fines de semana, él no se perdía ninguno de los cumpleaños de su esposa ni de su hijo. Estuvieron presente en todos los eventos que su hijito tenía en la escuela. Sin duda era un buen padre. 

Todo iba tan bien hasta que hace dos semanas, aproximadamente, la alegría de su hogar se esfumaría en un chasquido de dedos. El menor había llegado de la escuela con un malestar en todo el cuerpo. Mamá no quiero comer, sólo quiero dormir, fue las últimas palabras que él mencionaría Luego de ahí, el pequeño se caería en sus brazos de la madre y ella al tocar a su hijo sintió que el menor estaba con un poco de fiebre. Inmediatamente le llevó al cuarto, tomó el celular y le llamó a su esposo. 
Nuestro hijo, no sé que le pasa, llegó de la escuela y se puso a dormir. 
Pero que tiene mi amor, preguntó él.
No lo sé. Siento en su frente un poco de fiebre. 
¿¡Fiebre¡?, exclamó él.
Será mejor que vengas rápido y traigas al médico, porque, no se porqué, pero esta fiebre no es normal.
Se me había olvidado mencionar que ella, la esposa y madre, era enfermera. 
Durante 8 años en su hogar no habían necesitado de un médico, ya que ella se encargaba que su esposo y su hijo estuvieran bien. 

Él llegó rápidamente con el médico y luego de analizar al pequeño, el médico les dice que es extraño la fiebre y que va a ser necesario que le lleven al hospital.
Desde hace dos semanas que el menor está en el hospital, pero desde hace 3 días que entró a cuidados intensivos. La extraña fiebre ha ido evolucionando tan rápidamente y ahora la vida del menor estaba en peligro. 
Un domingo como hoy, y desde hace tres días, él no puede asimilar las palabras que el médico le dijo antes que su hijo pase a cuidados intensivos: Prepárense para lo peor, hicimos todo lo que pudimos pero no es posible. Sólo un milagro podría sanar a su hijo.
   
Él no podía entender porqué le esta pasando todo eso. Ninguna persona, ni familiares ni amigos, podían ayudarle en estos momentos. Tampoco podía clamar al cielo, en busca de lo divino, porque él, creo que no lo había mencionado, era un ateo. 
Dios no estaba en la ecuación de su vida. 
Durante toda su vida todo lo solucionaba a través de la inteligencia humana. 
Todo, excepto, la posible muerte de su hijo. 

Él, con lágrimas en los ojos, se imaginaba qué sería de su vida, si su pequeño muriera.
A quién llevaría a la escuela todas las mañanas. Cómo sería los momentos de la comida si él no estaría con ellos. Con quién jugaría los vídeo juegos en la noche. A quién le leería y contaría historias antes de dormirse. Cómo sería los fines de semana sin su hijo. A quién llevaría al parque a jugar. ¿ Y las fiestas de cumpleaños y los días especiales?. ¿Quién le diría feliz día papá, en el día de los padres? ¿Y los eventos en el escuela?. Acaso ya no podrá ver las actuaciones de su hijo en la escuela y en el colegio? Y el sueño de ver a su hijo graduarse en la universidad ?.
Cada lágrima que rueda por las mejillas es un recuerdo de lo que no haría si su hijo muriera. Y eso le llena de dolor. Si quieren ver a un hombre destrozado, mírenlo a él. 
Un domingo como hoy, es él único día que el pensaría. De qué sirve todo. De qué sirve haber ganado tantas cosas si ahora esta por perder lo que más ama.

Pero de pronto y como tenía las ventanas abierto logra escuchar unos cantos a la distancia. No podía entender como mientras él se cargaba de tanto dolor en otro lado habían personas que cantaban tan alegremente.
Sin mucho esfuerzo recordó que cerca de su casa se encontraba una iglesia, la misma iglesia del cual se burlaba muchas veces y al cuál ignoraba y rechazaba. Mientras intentaba cerrar las ventanas tan rápidamente logra recordar que había visto hace unos días unos anuncios pegados en los postes del vecindario que iba a llegar Jesús, el hijo de Dios, que hace milagros. Sin entender porqué pero se quedo parado mirando desde la ventana la calle que permitía llegar a la iglesia. Mientras miraba se preguntaba:
¿Será cierto, será cierto que los milagros existen?   ¿Será cierto que hay un Dios que bajo del cielo y puede hacer milagros?
Una y otra vez se preguntaba.

Tantas veces el cuestionaba acerca de los milagros y pensaba que los milagros es una creencia muy ingenua y trasnochada. Qué creer en los milagros automáticamente sería reconocer que existe un Dios, y para él, un ateo armado hasta los dientes, simplemente DIOS NO EXISTE.

Y mientras pensaba logra ver que la gente empieza a agruparse y gritan fuertemente: Ya llegó Jesús, ya llegó Jesús.
Él solo observa a lo lejos y sigue preguntándose: ¿Será cierto, será cierto?.

Él ya no se encuentra con las fuerzas suficientes para cuestionar. Ahora se encuentra necesitado de un milagro ya que los doctores y la ciencia le dijeron que: Ya no podemos hacer nada.

Él solo quiere que su hijo vuelve a correr por las calles que ve desde su casa. Quier ver a su hijo nuevamente jugar en los juegos del parque. Quiere ver a su hijo saltar y sonreír.

Entonces en ese instante, como todo padre medianamente inteligente lo haría y sin pensarlo dos veces, no importándole su prestigio, su reputación y lo que dirían de él, salió corriendo en busca de Jesús.
Cuando llegó ante él, rogó, lloró, suplicó y le dijo:
Por favor, por favor, te lo ruego, si en verdad eres el Hijo de Dios, te pido que sanes a mi hijo.

Jesús le respondió:
Si no veis señales, prodigios y milagros, no creeréis.

El padre respondió.
Por favor, mi hijo se está muriendo.

Jesús le dijo:
Vete, tu hijo vive.

No entendió mucho pero las palabras que Jesús le dijo lleno toda esperanza en él.
Tu hijo vive, tu hijo vive, tu hijo vive, repetía cada momento mientras se dirigía al hospital
Ya cuando estaba llegando al hospital se encontró en la puerta con sus familiares que le informaban que su hijo había salido del estado de coma y que el doctor le informaba que estaba recuperándose milagrosamente.
Unos días después su hijo salió del hospital y desde ese entonces el Padre con toda su familia no deja de asistir a la iglesia en agradecimiento a Dios de que su hijo está sano.

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Una Historia imaginativa basada en la historia de:
(Marcos 4:43-54) Jesús sana la historia de un noble.