DIA 34=> EL CONSEJO DE BARTOLOMÉ
(Dios usa a quien quiere y como él quiere. No tienes el derecho de menospreciar a alguien por su cultura, condición o estilo.)
Una mañana mientras estaba sentado debajo de un árbol tratando de hacer mi devocional, pensaba mucho en lo que estaba ocurriendo en mi ciudad. Habían aparecido tantos hombres que hablaban del Mesías, pero había mucha diferencia en todos ellos en su vestimenta y su estilo. Pensando mucho creo que en lo único que coincidían era en que hablaban del Mesías.
Recordaba a uno, Juan el Bautista, que empezó a traer un nuevo estilo a mi ciudad. El predicaba el bautismo del arrepentimiento y que consistía en sumergir a las personas en el agua, diciendo que es necesario que así lo hagan todos. La verdad es que me sorprendió por su nuevo estilo pero no me convenció. Me sorprendió más ver cómo muchas personas de mi ciudad le creían , le escuchaban , le seguían y se bautizaban. Tan pronto llegó a ser muy famoso. La verdad que yo no podía comprender todo ello. Además que su forma de vestir era como el de un vagabundo. Pero lo que más me sorprendió y del cual estaba en desacuerdo es que él había adoptado un ritual pagano “del bautismo en agua”, como el bautismo del arrepentimiento. Yo sabía, porque había leído mucho, que el “bautismo en agua” era una práctica de los egipcios y ellos lo hacían cada vez que se presentaban delante de su diosa isis, diosa pagana.
La verdad que estaba tan confuso de lo que estaba pasado en mi ciudad.
De pronto en mi meditación me interrumpe mi amigo Felipe, y gritando fuertemente me dice:
Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la Ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
Y pensé: ¿sólo esto me faltaba?. No podía comprender todo lo que estaba pasando. Primero un hombre que habla distinto y además que trae una práctica pagana a la ciudad. Y ahora, mi amigo me informa que tal parece que dicen por ahí que el mesías ya está entre nosotros y que resultó ser el hijo del carpintero.
No podía creerlo. Era demasiado lo que estaba viendo y lo que estaba escuchando. Yo conocía a la familia del carpintero. Los padres si eran buenas personas, pero sus hijos, aunque al tal Jesús no le conocía, pero los demás eran de lo peor. Pero lo que me preocupaba era el hecho de que mi amigo Felipe me diga que el mesías estaba entre ellos, sabiendo yo que en esa ciudad sólo habían campesinos, pobres, enfermos y menesterosos. Nunca había surgido alguien importante de ahí.
Estaba tan sorprendido por todo lo que sucedía, pero de todas maneras me anime ir a ver del quien dicen es el Mesías.
A lo lejos mientras voy de camino, junto con mi amigo Felipe, veo a un hombre, por cierto que vestía muy pobremente como me lo imaginaba, pero cuanto más me acercaba a él, podía sentir que mi espíritu se quebrantaba y mi corazón no paraba de estremecerse. Cuando estoy casi a su lado veo que levanta la mano hacía mí y con el dedo indice indicándome pronuncia las siguientes palabras:
He aquí, un verdadero israelita en quien no hay engaño.
Sus palabras estremecieron mi corazón. Nunca imaginé que podía conocerme. Lo peor es que nunca me imagine que alguien se atrevería hablar bien de mí, sin haberme conocido.
Mientras yo pensaba y hablaba mal de él, sin haberle conocido, y por el simple echo de calificar su ciudad y su cultura, él hizo todo lo contrario y delante de todos los hombres.
En ese instante no podía pronunciar palabra alguna. Tan sólo quería llorar y llorar. No sabía porque, pero todo mi cuerpo percibía una atmósfera especial. El ambiente era distinto. Y de pronto sucede lo impredecible. Lo que nunca me había imaginado decir acerca de alguien. Mis labios se abrieron sin mi consentimiento y pronunciaron las siguientes palabras:
Rabí, tú eres el hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
Nunca antes había pronunciado algo bueno de alguien. El hecho de que sabía mucho de las leyes romanas y las leyes de Israel, eso me llevó a siempre despreciar a los demás.
Pero lo que dije rompió toda incredulidad en mí y que desde ese entonces algo en mi corazón me dijo que realmente estaba ante el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Reyes.
Ese día aprendí que:
Dios usa a quien quiere y como él quiere. No tengo el derecho de menospreciar a alguien por su cultura, condición o estilo.
Atte. Bartolome, natanael para los amigos.
Referencia Bíblica:
San Juan 1: 43-51