5 oct 2013

#018 Dia 35 - El Consejo de Mateo



DIA 35=> EL CONSEJO DE MATEO
(No hay pecado tan grande que pueda impedir que Jesús te pueda llamar. Sólo invítale a tu casa y sabrás lo que puede hacer contigo)

Todas mis decisiones solo era con el fin de proteger a mi familia. No quería que mis hijos pasaran necesidad.
Yo también creí que el Mesías algún día llegaría, pero pensé que ese día iba a demorar en llegar o quizás llegaría en la época de mis hijos o nietos. Y la verdad es que mis necesidades eran demasiado y no quería ser un judío más: burlado, pobre y explotado.

Es así que, por medio algunas “estrategias”, logré conseguir que los romanos me dieran empleo, y fue así que me convertí en un publicano. El puesto lo conseguí gracias a mi preparación. Cuando ví que tipo de personas buscaban los romanos entones decidí prepararme y capacitarme en ello. Bueno, claro que lo que me permitió trabajar para ellos no fue tanto mi capacidad, sino más fue las “amistades” que había tenido entre los romanos. Pero para serte sincero esas amistades era más una suerte de compra de favores. Al principio mi dijeron que para poder ingresar tenía que pagarles. Lo cual lo hice con mucha culpa, pero más pensando en el bienestar de mi familia. Pero luego ellos me condicionaban y querían más y más. Yo no podía como hacerlo con el sueldo que me pagaban. Pero uno de mis colegas me dijo como hacerlo. Si no les daba lo que los romanos me pedían entonces ellos me votarían del empleo. Y es así como tenía que actuar injustamente con mis hermanos. Empecé a cobrarles injustamente y en exceso. Sabía que eso era robarles pero no podía evitarlo. Mis hijos ya estudiaban en la universidad y ellos tenían más necesidades. No sabes cuánto sufrí al principio, pero luego poco a poco la costumbre me hizo un poco insensible.
Esa actitud me costó el desprecio de todos mis hermanos de la ciudad. Era uno más de los despreciados por todos. Ya no podía andar con ellos. Sólo andaba con mis colegas de trabajo y otras personas más que también eran despreciadas.

Pasaron los años y la verdad que no estaba del todo contento con lo que estaba haciendo. Pero como el Mesías tardaba en venir a salvarnos, yo no podía evitar que mi familia pasara necesidad.

Pero cierto día apareció en el pueblo un hombre de quién decían que era el Mesías. Se había vuelto muy famoso por los milagros que hacía. Desde que oí su nombre verdaderamente supe que él es el Mesías. Le comentaba a mis colegas del trabajo. Muchas veces fuimos a escuchar su predica. Vaya que era asombroso. Como tenía tantas ganas de seguirle pero me daba miedo que no me recibiría. Tenía miedo de que por mi condición él no se fijaría en mí. Es así que sólo le escuchaba a lo lejos y luego continuaba con mis labores. Había algo en mí que me hacía sentir mal. Pero el miedo al rechazo fue mas que me impidió ir hacia él.

Pero una mañana mientras estaba en el trabajo. Mientras pensaba y pensaba confusamente. Y luego que termino de cobrar el impuesto a una persona , levantó la mirada para llamar al siguiente y es ahí que veo a Jesús. Había algo a sus ojos que su mirada entró a lo más profundo de mi corazón que todo miedo desapareció. No podía pronunciar palabra alguna en ese instante. Entre sus ojos mi mirada se perdió y cuando empiezo a cerrar los ojos y agacho la cabeza por la vergüenza que tenía de estar delante de él., escucho una mirada que me dice:
Mateo , sígueme.
Levanto la cabeza y veo que Jesús me extendía sus manos y me pedía que le siguiera.
Nunca me imaginé que el se fijaría en mí.
Había actuado injustamente durante casi toda mi vida y sólo me preocupaba en mí, en mis necesidades y en mis comodidades que no pensaba que Jesús algún día iba fijarse en mí y llamarme.
Inmediatamente me paré, deje de hacer mi trabajo y le seguí. Estaba tan contento que le invite a almorzar en mi casa.
Sn saberlo algunos colegas más del trabajo también nos había n seguido.
Entonces me alegré tanto que hice un gran almuerzo. Invite a todos los hombres que estaban cerca de mi casa. La alegría me habían impedido ver que quienes habían entrado a mi casa eran borrachos, drogadictos y vagos.
Ya estando en mi casa escuchaba lo que los fariseos hablaban secretamente. Pero todo lo que decían no hacían ningún efecto en mí y no me molestó para nada. Pero cuando sus criticas eran excesivo, Jesús se paró y apuntando a donde estábamos dijo esta extraordinaria frase:
Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.
En ese instante mis amigos y todos los hombres que habían entrado a mi casa, excepto los fariseos, nos alegramos por ese dicho y desde ese entonces decidimos dejar de hacer lo que hacíamos hasta ese entonces y hicimos la promesa de seguirle. Estuvimos convencidos que el Mesías, que alguna vez esperamos estaba con nosotros.

Ese día entendía que Jesús está más interesado en el pecador que en aquellos que no lo son.

Atte. Mateo, el recaudador de Impuesto.

Referencia Bíblica:
San Mateo 9: 9-13