6 oct 2013

#019 Dia 36 - El Consejo de Tomas



DIA 36=> EL CONSEJO DE TOMAS
(Nunca dejes que la envidia o el orgullo te hagan dudar que Dios puede hablar a otras personas antes que a ti, y luego hablarte a través de ellos.)

La historia me relata como el hombre que no creyó en la resurrección de Jesucristo. 
Pero hoy quiero quisiera abrirte mi corazón y conducirte a las profundidades de ella y que tal vez también puedes estar pasando o puedes llegar a pasar.

Una mañana, mientras me disponía a tomar mi desayuno, recibo una mañana por el teléfono , era Felipe, amigo y compañero . Me habló tan desesperado que no comprendí bien lo que me decía. Le dije que se calmara y que me hable despacio. Pasó unos minutos cuando finalmente se calmó y me dice que en la noche anterior mientras conversaban con los demás compañeros en su casa, Jesús se había aparecido. Y luego me decía que mejor fuera para su casa para que me cuente todo.
Entonces en ese instante me quede pensando unos minutos. Lo que me dijo me había ocasionado incomodidad. Creo que lo más correcto es que debí alegrarme como él lo estaba. Pero dudaba de lo que me decía, y eso en vez de hacerme alegrar, lo que me hacía era enojar y sentir envidia. Tenía muchos motivos para dudar en lo que me decía y todos ellos se resumen en que porqué Jesús se podría aparecer en ellos antes que en mí. Porque preferiría mostrarse a ellos antes que en mí, si yo a diferencia a ellos, siempre creía que él vendría, le seguí sin que me lo pidiera, en mi vida nunca tuve una mala vida ,ni fui tan pecador como la mayoría de ellos, y hasta fui el que más le ayudaba cuando estaba vivo.
Estas son algunas de las razones que me impidieron creer que Jesús les había aparecido a ellos. Si alguna vez tendría que aparecer a alguien creo que el más elegido sería a mí.

Volví en sí y oí que me llamaba tomás, tomás, estás ahí?. Inmediatamente le dije que sí. Entonces me dijo. Tomás ,el próximo martes nos reuniremos en mi casa Haber si puedes venir para contarte toda la historia. Le dije, en forma burlona, que trataré de estar ahí. Pero la verdad que hasta que no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Cuando colgué el teléfono en mi corazón sentí, rencor, cólera, ira y envidia. Pensar que Jesús se les habia aparecido a ellos y no a mí me hacía sentir mucha envidia. Ahora comprendo que realmente había sido eso lo que me hizo dudar que Jesús se les había aparecido.
Ya para finalizar. Llegó el martes y estando juntamente con todos. De pronto, cuando me burlaba de todo lo que me decían, siento unas manos tocar mis hombros por la espalda y todo mi cuerpo empieza a estremecerse. Dejo inmediatamente de reírme y notó que de mis ojos empieza a roda unas lágrimas. Mi corazón paso del estado de burla y envidia, al estado de paz, tranquilidad y de alegría. En ese momento volteó a ver quién me está tocando y veo el rostro de mi maestro. No podía mantener la mirada en sus ojos. Agaché la cabeza y mis lágrimas seguían cayendo. Mi corazón no paraba de palpitar de emoción y alegría. Yo sabía que el maestro iba a resucitar pero lo que no quería creer es que podía hacerlo antes en otras personas.
Al instante escucho su voz que me dice: Tomás, pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Enseguida tan solo cierro los ojos y no hago lo que me pide. Ya no era necesario. El maestro estaba delante de mí y no era necesario verle para creer que el estaba vivo y no era necesario que tocarle para saber que él estaba junto a mí. El simple hecho de escuchar su voz era suficiente para mí.
Ese día entendí que muchas veces la envidia y el orgullo en nuestro corazón, nos puede hacer dudar que Jesús puede hablarle a otras personas y por consiguiente nos puede hablar a nosotros a través de ellos.

Nunca dejes que la envidia o el orgullo te hagan dudar que Dios puede hablar a otras personas antes que a ti, y luego hablarte a través de ellos.

Atte. Tomás, el de la santa envidia.

Referencia Bíblica:
San Juan 20: 24-29