30 sept 2013

#013 Dia 30 - El Consejo de Andres



DIA 30=> EL CONSEJO DE ANDRES
(Alégrate cuando veas que las personas a quienes alguna vez le llevaste a Jesús son mejores que tú)

No permitas que la envidia, el enojo y la ira se apoderen de ti cuando veas que las personas a quienes le hablas de Jesús y haces que le conozcan de pronto puedan, en algún sentido, ser mejores que tú o que Dios les pueda usar más que tú.

Yo fui el responsable de que mi hermano Pedro, el pescador, conozca a Jesús. Cuando supe quién era Jesús, inmediatamente fui en mi hermano y le dije que hemos hallado al Mesías. Él, ocupado en la pesca ,no quiso ir al principio, tenía que insistirle tanto y tanto para que pudiera aceptar. Y ante tantas insistencias finalmente logré que fuera a ver y conociera a Jesús.
A partir de ese día veía que él había cambiado. Nunca me imagine que él pudiera dejar todos sus bienes , para seguir a Jesús y cumplir el propósito para el cual le había llamado: Ser Pescador de Hombres.
Mi hermano tuvo experiencias asombrosas al lado de Jesús: Caminó sobre el mar, hizo una gran pesca junto con Jesús, hecho fuera muchos demonios, los peces que tenía fueron multiplicados para alimentar a una multitud … Dios le uso tanto que hasta que con su sombra los enfermos lograban sanarse.

Quizás hoy puede ser tu mismo caso que el mío.
Tal vez tú llevas muchos años en la vida cristiana deseando conocer a Jesús cada día más. Al mismo tiempo tal vez estás intentando que otras personas conozcan a Jesús. Quizás hasta ahora aparentemente no veas resultados pero no te rindas. Sigue insistiendo e insistiendo. En algún momento lograrás que esa persona conozca a Jesús.

Mientras tanto prepara tu corazón para lo que pueda pasar. Quizás Dios puede hacer que esa persona sea mejor usada que tú. Tal vez él, al igual que mi hermano, pueda ser usado por Dios grandemente. Cuando eso suceda puede ser tu corazón se llene de envidia y te enojes con Dios. Al principio eso también me estaba pasando. No podía soportar que mi hermano, el pescador gruñón, que no le interesaba nada acerca del mesías, de la noche a la mañana podía estar siendo usado por Dios más que yo.
Cuando eso sucedió lo que hice fue conversar con Jesús en privado. Hablé con él y le pregunté porqué estaba teniendo más consideración con mi hermano que conmigo. Entonces me tomo por los hombros y me preguntó:
¿Qué crees que debería hacer?
Entonces le respondí. Creo que lo justo sería que quien te ha conocido desde hace mucho tiempo también sea quién pueda tener el privilegio de hacer muchas más cosas.
Me miró fijamente a los ojos y me hizo otra pregunta:
Tú estarías dispuesto a morir en la cruz para que todas las personas sean salvos.
No lo pensé dos veces y al instante le respondí: Por supuesto que no.
Me quito la mirada de los ojos, miró al cielo y me dijo:
Yo estoy aquí para ese propósito. Cuánto me gustaría no hacerlo. Pero tengo que hacerlo.
Creo que lo justo sería que cada hombre muera por su maldad y a decir verdad ese es el deseo que tiene el diablo.

Pero mi padre no quiere que eso suceda y me envió a mí para morir por toda la humanidad presente y para los que vienen.

Sé que cuando yo muera surgirán muchos hombres que harán mayores cosas de las que yo hago ahora y eso en vez de causarme molestia me alegra mucho puesto que sé que estarán contribuyendo con el propósito que mi padre tiene: Que todos los hombres sean salvos y no se pierdan.

Entonces cuando terminó de contarme todo, mi corazón se llenó de tristeza, vergüenza y me sentí apenado de haberle reclamado. La intención de mi corazón había sido revelado ante su presencia y lo único que quería hacer era pedirle perdón por lo que le había dicho. Estuve tan preocupado en mí mismo que ignoraba por completo el plan divino. Y así como fui el primero en conocer a Jesús también tuve el privilegio de saber qué iba a pasar con él.

Desde entonces comprendí que lo más importante sigue siendo que las personas conozcan a Jesús, no importa quién lo haga y cómo lo haga. Y si Jesús ve con alegría que otras personas harán mayores cosas que él, entonces yo debía sentir lo mismo y debía alegrarme también por ello.
Entendí que alegrarme del éxito de los demás resulta ser una de las mayores expresiones de humildad que pueda tener el hombre.

Así que mi estimado amig@: Alégrate cuando veas que las personas a quienes alguna vez le llevaste a Jesús son mejores que tú y hagan mayores cosas, puesto que al fin y al cabo están cumpliendo con el propósito divino.

Atte. Andrés, el descubridor y manager de hombres exitosos.

Referencia Bíblica:
San Juan 1: 40-43
Mateo 4: 18-20